www.paquebote.com > JEAN COCTEAU
Cruzada la frontera de los cincuenta años, con la imagen de la muerte delante y con la guerra rozándole los talones, Jean Cocteau ha llegado a la conclusión de que «la comedia está ya muy avanzada». La dificultad de ser es el ajuste de cuentas que Cocteau hace consigo mismo, con el yo que fue en la época del esplendor social y con el yo que es en las angustias del presente. El autor de La sangre de un poeta escribe La dificultad de ser mientras rueda La bella y la bestia. Al ensalmo de esa joya del cine, el pasado emerge de un mar de sombras para acabar dando a luz un singular libro de memorias, donde las reflexiones morales se combinan con las literarias, y las unas y las otras con la evocación de personajes –Apollinaire, Max Jacob, Jean Genet y tantos otros– del mundo del arte y la literatura. En ocasiones –es el caso de Marcel Proust y de Nijinsky–, se diría que Cocteau nos los hace ver a través del ojo de la cerradura, sin que por ello se amortigüe el clima de ensimismado dramatismo que envuelve la obra, y nos muestra un Cocteau poco conocido, que trata del dolor, la amistad y la muerte, de la frivolidad y el gobierno del alma, como si estuviera redactando su De profundis.
En esta obra maestra, publicada en 1923, Cocteau nos muestra a través de Thomas, su propia experiencia en el París de la Primera Guerra Mundial. Recién publicada, fue calificada de escandalosa por una sociedad para la que la guerra era un asunto sagrado que debía quedar al margen de cualquier mirada irónica o crítica. Cocteau se disfraza, y por medio de la impostura de su personaje, crea una realidad distinta de la que le tocó vivir. El relato nos va ofreciendo una serie de acontecimientos tan irreales como sorprendentes y en los que Thomas, un muchacho de dieciséis años dotado de una especial personalidad, no tiene más que jugarlos, provocando en los personajes que le rodean una irresistible confianza y atracción.
Edición de José I. Velázquez, 3ª edición.
Jean Cocteau (1889-1963) resume en su fértil actividad creadora todos los aciertos y contradicciones de la primera mitad de nuestro siglo. Su obra nos transmite la vitalidad de una existencia hecha para la imagen y la alquimia a partir de la fantasía y el ensueño. «Los Niños terribles» plantea el imposible acuerdo entre realidad e imaginación, placer y deber, orden y aventura, Eros y Thanatos. Su doble estructura -lineal y circular a la vez- recrea las claves de la antigua tragedia en la levedad de unos niños que se niegan a ser adultos.
Cocteau escribió Le coq et l'arlequin como manifiesto estético a favor de la música despojada de Erik Satie. Eran los años de la polémica entre los partidarios de Wagner y Debussy. El poeta, novelista y cineasta se sitúa al margen de ambos, pues dice buscar
una música que sea ajena a las brumas, que esté definida por la claridad. Las sentencias ingeniosas de este texto pueden calificarse como el acta de nacimiento de una nueva forma de hacer música en Francia, la del llamado Grupo de los Seis. Cocteau reflexiona también sobre su propia aportación a la historia de los estrenos escandalosos, el ballet Parade con música de Satie.